La primera infancia está atravesada por la idea del “compartir”, la idea de que los niños y niñas deben compartir sus juguetes, espacios y, a veces, hasta sus personas; porque de lo contrario no son “buenos”, son “egoístas” o no están siendo “empáticos”. Pero, ¿qué pasa cognitiva y emocionalmente en los niños con la empatía?
La empatía es una respuesta afectiva automática que se da por la autoconciencia y conciencia del otro, adoptando la perspectiva del otro. Es decir, a nivel cognitivo, las neuronas espejos son las que permiten percibir el estado de otra persona. Esto, cuando hay maduración emocional, permite conectar desde lo afectivo y tomar acción sobre lo que percibe del otro.
Este proceso resulta ser complejo y requiere una maduración neuronal y emocional que los niños en estas primeras edades de vida no son capaces de tener, ya que aún están en pleno desarrollo.
En ese sentido, las conductas que podemos observar en los niños son como respuestas a un estímulo. Estas respuestas han sido aprendidas y observadas de otras personas, sobre todo personas con las que existe un vínculo significativo. Por ejemplo, si un niño/a ante una caída reconoce que su madre o padre usa estrategias como la contención física (abrazos, besos), ponerle hielo y ofrecerle un momento de cuidado; es probable que cuando experimente una situación similar con algún amigo/a, proponga las mismas estrategias que recibió en su momento, como aprendizaje de respuesta al estímulo de esta vivencia.
Por eso, cuando les pedimos a los niños que compartan juguetes, espacios o se muestren afectivos de manera “empática”, no será posible desde ese entendimiento, ya que no existe la empatía como tal para ellos en esta primera etapa de vida. Lo que sí existe y está al alcance de su entendimiento, son los vínculos significativos, de los cuales van a ir replicando conductas que también vayan siendo significativas para ellos.
Algunos momentos que pueden ser importantes son los de cuidado, como cuando se caen, tienen un desencuentro, se sienten frustrados o cuando expresan sus emociones; la forma como abordan estas situaciones les dará información de cómo pueden reconocerlo en otras personas. Es decir, si uno como padre o madre expresa sus emociones el niño podrá reconocer las suyas y a su vez las emociones de quienes lo rodean. Del mismo modo sucede con los momentos difíciles, si un niño se cae y tiene una respuesta afectiva de sus vínculos principales, es probable que replique esta respuesta con los que lo rodean.
De esta forma, el impacto que tienen las respuestas de los cuidadores principales con los niños es sumamente relevante para el entendimiento de sí mismos y la forma como se van relacionando. Si bien la empatía no es algo que se “tenga” en estas edades, hemos hablado de otras formas en las que se puede enseñar y aprender el cuidado por uno mismo y por los otros, donde la afectividad será vital para construir bienestar.
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